- Publicidad -
jueves, marzo 28, 2024

AMLO 2018: Morena depende del líder

La urgencia de López Obrador por anunciar su candidatura presidencial para el 2018 fue una jugada de tres bandas: darle a Morena un factor de cohesión, mandar el mensaje al PRD y crear un polo de atracción política opositora.

Sin embargo, la apuesta de la candidatura presidencial es más alta de la estimada y obedecerá a las expectativas de la sociedad. En este sentido, López Obrador podría repetir la experiencia de Cárdenas de sorpresa en la primera aparición y luego declinación en el largo plazo.

A Cárdenas le dañó la fundación del PRD y lo errático del camino partidista. Así, Cárdenas mantuvo una base estable de votos en sus tres candidaturas presidenciales: un promedio de 6 millones de votos en 1988, 1994 y 2000, aunque con porcentajes menores en función de la participación electoral; del 31% contra Salinas bajó a 16% promedio contra Zedillo en 1994 y Fox en el 2000.

López Obrador puso una cifra de 35% en 2006 y 32% en 2012, con un promedio de 15 millones de votos en la primera y 15.8 millones en la segunda.

Los datos llevarían a una primera conclusión: el PRD aún no obtiene la confianza de la ciudadanía para gobernar la república, aunque su tercio de votos lo hace indispensable en la toma de decisiones. Algo similar le ocurrió al Partido Comunista de Italia en los setentas, cuando obtuvo un tercio de los votos pero se vio obligado a pactar un programa político con la Democracia Cristiana.

Las posibilidades electorales de López Obrador van a depender ahora de más factores que antes, entre ellos prioritariamente el de su salud después del infarto, luego de la posibilidad de un acuerdo en el amplio frente de centro-progresismo-neopopulismo-izquierda-ultraizquierda, también de la posibilidad de una alianza con el PRD de Los Chuchos y lo que decida Marcelo Ebrard sobre su relación con López Obrador. Si cualquiera de estos puntos le falla, la expectativa del tabasqueño será menor al tercio logrado en las dos elecciones anteriores.

Y a ello tiene que agregar otro elemento muy inestable: el estado de ánimo de la sociedad ante la crisis, los resultados económicos del sexenio de Peña Nieto, las candidaturas del PAN y del PRI y las certezas-dudas sobre la estabilidad política y social con López Obrador en la presidencia. Al final de cuentas, las victorias presidenciales descansan de un porcentaje bajo pero decisivo de voto útil que cambia de lealtades en función de expectativas nacionales.

El anuncio de López Obrador de que sería el candidato presidencial de su grupo en el 2018 no despertó expectativas importantes en el PRD o en sectores sociales de voto cambiante; más aún, en los medios hubo sentido crítico no tanto por el estilo del tabasqueño sino por el escenario de salud a cuatro años de distancia. Esta primera evaluación fue recibida con escepticismo en el grupo lopezobradorista.

Las elecciones presidenciales del 2018 tendrán elementos especiales a las pasadas: en 1988 fue la ruptura en el PRI, en 1994 influyó el colapso político del sistema por los asesinatos, secuestros y la presión devaluatoria y en el 2000 contrapunteó a Cuauhtémoc la candidatura atípica de Vicente Fox. Cárdenas enfrentó al electorado con la misma figura y discurso de 1988, pero en un escenario diferente.

López Obrador tuvo todo a su favor: desde el espacio mediático con las conferencias de prensa diarias que lo posicionaron en el ambiente político, un saldo aceptable en la gestión de gobierno sin autoritarismos ni conflictos con la federación y la capitalización con movimiento de masas del intento de desafuero. La candidatura del tabasqueño pasó los votos por el PRD de 6.2 millones (16.6%) en el 2000 a 14.7 millones (35.33%) en el 2006, aunque Calderón mantuvo casi el porcentaje de Fox.

En el 2012, ante la candidatura del priísta Enrique Peña Nieto y su posicionamiento alto en las encuestas, López Obrador subió poco más de un millón de votos pero bajó en porcentaje a 31.6% por el aumento en la votación, en tanto que el PRI recuperó lo perdido y acumuló 19.2 millones de votos y un 38.2% de la votación. La caída del PAN fue capitalizada como voto útil por el PRI y no por el PRD, aunque en los hechos López Obrador tuvo que pagar el costo político-electoral del plantón y la insurrección electoral del 2006.

Para el 2018 el escenario será diferente. Si Cárdenas capitalizó la crisis de la generación de los setenta que salió del 68, López Obrador tuco a su favor la crisis económica de la globalización. Pero aun así, el PRD no pudo sacarle jugo a la inestabilidad.

El escenario político del 2018 registrará una nueva generación de mexicanos. La población votante nueva de entre 18 y 25 años de edad habría nacido en el periodo 1993-2000, del colapso del PRI en 1994 y las experiencias de la alternancia, es decir, con menos carga ideológica y más necesidad de pragmatismo. Hasta ahora, López Obrador se sigue ofreciendo como el candidato antisistémico y por tanto de inestabilidad y con una base social marcada por la confrontación en las calles y en el discurso político.

El voto decisivo en el 2018, cuando menos visto ahora, será el del voto útil y ahí no ven a López Obrador como la posibilidad del cambio.

 

Correo electrónico: carlosramirezh@hotmail.com
Twitter: @carlosramirezh
www.grupotransicion.com.mx

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO